¿Eres de los que creen que todos los zombis son iguales? Pues entonces aún no conoces a los Mortimort. Entre sus miembros tenemos a una madre vampira, a una abuela ogra espectro de campo, a un zombi niño lobo... y todos con una historia única. Lo único que comparten es su curiosa costumbre de no respirar y de ignorar el paso del tiempo.
Corría el año 1905 cuando la pequeña Blandina empezó a aficionarse a visitar cementerios, para leer cuentos sobre el más allá escondida entre las tumbas. Al cumplir la mayoría de edad, pidió como regalo de cumpleaños convertirse en vampira. Sus padres se lo tomaron a broma, pero la tía Lola, una pariente lejana y rarita, que estaba de visita en casa, la llevó secretamente al desconocido dispensario de bocados llamado "mordeduras dos por una", en la que una dependienta le dio un conciso mordisco en la yugular y, en un periquete, volvió a casa muerta y con dos hermosos colmillos afilados. Sus padres no se lo tomaron bien y fue desheredada y expulsada de la familia para siempre. Un par de décadas después se convirtió en una Mortimort.
En el año 1668 Tomas Fan, harto de cargar y descargar barcos en los muelles de Falifal town, subió al galeón pirata de Barba añil para reemplazar al último pirata que había abandonado el barco; estaba convencido de que la vida de pirata era la mejor vida posible y quería probar suerte. Sin embargo, su afán por la belleza, la nutrición sana y los cuidados del cuerpo y el alma, congeniaban mal con las malas maneras de los piratas. Una tarde de 1670, cuando quiso que Jaime el feo probara a embadurnarse la cara con su milagrosa mascarilla de aceite de rata, lo tiraron por la borda. Después de tres días a la deriva, llegó a las costas de Bermia, convertido en un elegante zombi de mar que, dos siglos después, pasaría a ser apodado como Tomás Mortimort, "El guapo"
Sivila siempre se sintió muy atraída por el mundo de la cocina, pero la pobre, enseguida entendió que, para triunfar como cocinera tendría que volar lejos su hogar (ya se sabe que los ogros tienen un paladar al que lo mismo le da un buen potaje de garbanzos que un puñado de lombrices recién desenterradas) Así que decidió ir a probar suerte a París. Cuál fue su sorpresa al descubrir que allí nadie iba a darle la oportunidad de demostrar sus dotes culinarias. En la ciudad del amor descubrió que los humanos detestan a los ogros. Así que Sivila se retiró a la ciénaga de las hadas, a las afueras de Tremin Flash, y montó un pequeño restaurante cuya fama atrajo a todo tipo de seres; acudían brujas, orcos, gigantes, magas, hadas, elfos, zombis... Una mañana de 1970, Sivila se atrevió a cocinar unas setas que no le daban mucha confianza.. al probar el guiso, soltó un pestilente eructo y cayó fulminada mortalmente.
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